Estremecida en tus brazos,
encomiendo a mi alma,
un subterfugio sutil
para no enamorarme.
Me dispongo a consumir
tus caricias palominas,
tus embates imperiosos,
tus caminos serenados.
Busco en tus entrañas
los regalos excitados,
que permanecen intactos,
esperando mi llegada.
Boca con boca se acoplan,
lujuriantes de apetencias,
hurgando en la inagotable
pasión de los lobos sueltos.